2 Corintios 5:21
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
Meditación
En esta joya de la Escritura, el apóstol Pablo resume el corazón del evangelio en una sola frase. Aquí se revela el gran intercambio divino: Cristo tomó nuestro lugar para que nosotros pudiéramos tomar el suyo. Aquel que jamás pecó fue tratado como si hubiera cometido todos nuestros pecados, para que tú y yo, culpables por naturaleza, fuésemos tratados como si hubiésemos vivido una vida perfecta.
“Al que no conoció pecado” —Cristo, santo, inocente, sin mancha, el Hijo eterno de Dios— fue hecho pecado. No que pecara, sino que cargó con el castigo y la culpa de nuestro pecado, como nuestro sustituto.
¿Y cuál es el propósito de tal entrega? “Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. No se trata solo de perdón, sino de justificación plena. No solo se quita nuestra culpa, sino que se nos viste con la justicia de Cristo, como un manto glorioso que nos permite estar en pie ante Dios.
Martyn Lloyd-Jones dijo:
“No hay declaración más profunda en toda la Escritura que esta… Aquí yace la razón de nuestra esperanza, la base de nuestra seguridad, y la fuente de nuestra adoración.”
Este versículo destruye el orgullo humano y eleva la gracia divina. Nos recuerda que nada podemos añadir a la obra de Cristo, y que todo lo que somos como creyentes es resultado de lo que Él hizo en la cruz.
Aplicación
- ¿Realmente creo que fui justificado totalmente por la obra de Cristo, o aún vivo como si tuviera que ganarlo?
- ¿Me veo a mí mismo como Dios me ve: vestido de la justicia de su Hijo?
- ¿Mi vida responde con gratitud y obediencia al amor mostrado en ese intercambio?
- Confía plena y únicamente en la justicia de Cristo, no en tu desempeño.
- Medita a menudo en la cruz como el lugar donde ocurrió tu intercambio eterno.
- Adora con humildad: no merecías nada, pero recibiste todo.
- Predica este evangelio a tu alma cada día, especialmente cuando te sientas indigno.
Oración
Padre santo, me postro con asombro ante este misterio glorioso: tu Hijo sin pecado fue tratado como pecador, para que yo, pecador, sea tratado como justo. Gracias por la cruz. Gracias por tu justicia. Gracias por el amor que me alcanzó. Que nunca pierda de vista el precio que pagaste por mí. Y que viva para reflejar la justicia que me fue dada. En Cristo Jesús. Amén.