“Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo…” —2 Timoteo 4:10
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo.” —1 Juan 2:15
Meditación
Hay una tragedia silenciosa en las palabras de Pablo sobre Demas. No fue una herejía lo que lo derribó. No fue una persecución sangrienta lo que lo quebró. Fue algo más sutil y letal: el amor al mundo.
Demas no negó a Cristo con su boca, pero lo despreció con su corazón.
El brillo de Tesalónica nubló la gloria del Reino venidero. Como Eva, su mirada se deslizó del Árbol de Vida hacia lo que era «agradable a los ojos». Como Esaú, cambió su primogenitura por un plato de lentejas.
Así también, muchas almas profesantes comienzan bien, pero terminan extraviadas. En el lenguaje de John Owen, “el pecado que no se mortifica es como un enemigo escondido que, aunque parezca dormido, siempre está buscando la oportunidad de matar.”
¿Y qué es “amar al mundo”? No es gozar del pan cotidiano o del sol que Dios hace salir sobre justos e injustos. Es darle al mundo un lugar en el alma que le pertenece solo a Cristo. Es darle al placer, al aplauso o al éxito el afecto que solo el Salvador merece.
El amor al mundo es un gusano que se esconde bajo la fruta de la religión. Puede convivir un tiempo con el ministerio, con las oraciones, con los cantos. Pero cuando llega la hora del sacrificio, el Demas interior se revela: “ya no quiero seguir si cuesta tanto.”
John Flavel decía: “El corazón es como un campo sin vigilancia: si no se guarda con diligencia, el zorro del mundo lo arruina con su astucia.”
Aplicación
Querido lector: examina si hay en tu vida una Tesalónica interior. Algo que te atrae más que la cruz. Una comodidad que amas más que la comunión con Cristo. Un deseo que compite con el llamado a negarte a ti mismo.
No presumas de tu fidelidad pasada. La perseverancia es la corona de la fe.
Aquel que te salvó también debe sostenerte. Y Él lo hará, si lo buscas humildemente.
Cultiva el amor a Cristo. Él es más hermoso que diez mil tesalónicas.
Él no te dejó cuando amaste el mundo, sino que te amó hasta la cruz.
Para orar
> “Oh Dios, dame un corazón que no pueda vivir sin Ti, y que desprecie todo lo que intenta tomar tu lugar.”