Seleccionar página

Acerca del contentamiento cristiano

Ago 19, 2023

No es que haya pasado necesidad alguna vez, porque he aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas. Filipenses 4:11-13

El contentamiento es ese estado de quietud de un corazón que ha aprendido el secreto de aceptar cualquier situación que el Padre Celestial ordena por el designio de su voluntad.

No es común hallar a alguien en estado de contentamiento cuando experimenta escasez; sin embargo, el descontento trepa con tal audacia que puede anidar en un corazón con abundancia material. Por algo el apóstol Pablo dijo que había aprendido el secreto de estar contento en ambas situaciones.

El teólogo puritano Jeremiah Burroughs (1599 – 1646) lo definió de la siguiente manera: El contentamiento cristiano es aquel estado del espíritu lleno de gracia, aquietado interiormente y dulce, que se somete libremente a Dios y se deleita en lo que Él dispone paternal y sabiamente en cada circunstancia.

El contentamiento cristiano es un arte que necesita ser aprendido y es en la escuela de las circunstancias donde se adiestra nuestro corazón, dándole esa quietud apacible en la medida que aceptamos cada circunstancia en completa sumisión al Señor, entendiendo que Él ordena cada detalle. Así como las compañías que elegimos a lo largo de la vida suelen decir mucho acerca de nuestros valores, intereses y comportamientos, el contentamiento también tiene algunos amigos y enemigos, miremos algunos de ellos.

Los enemigos del contentamiento.

La envidia.

La envidia nos priva del disfrute de nuestras posesiones y además cuestiona la soberanía de Dios. Si pudiéramos darle voz a la envidia para que exprese todo lo que desea, lo primero que diría sería: «¿Por qué yo no tengo aquello?» La envidia es todo lo contrario a un corazón apacible y puede tener un efecto destructivo y corrosivo en la vida de una persona (Proverbios 14:30). A menudo, la envidia tiende a disfrazarse de amabilidad, ocultándose tras una sonrisa de hipocresía que suele pasar desapercibida; sin embargo, Dios, quien escudriña nuestros corazones, conoce lo que se oculta en su interior (1 Samuel 16:7). Otras veces es mucho más osada y lleva a cabo sus planes malévolos contra el individuo.

La envidia le dice al contentamiento: nunca será suficiente.

La murmuración.

La murmuración es como veneno, contamina el alma al manchar las dulces fuentes del agua de la gratitud; inflige un daño tan terrible que puede destruir amistades, romper matrimonios y dividir familias; y lo peor, no olvida pasar la factura a su dueño. El apóstol Pablo advierte a los creyentes de Corintios sobre los peligros de la murmuración al recordarles el ejemplo de los israelitas en el desierto y cómo muchos de ellos murieron a causa de su murmuración (1 Cor 10:10). ¡Qué serio es este asunto! El que murmura la mayoría de las veces nutre sus comentarios de su enfoque negativo, se dedica a encontrar fallas y defectos en los demás y también en situaciones, socava relaciones hasta erosionar la confianza. Esta astuta serpiente de la murmuración quiere mutar en otros, alimentándose de almas heridas, sembrando el descontento y llevándolas a una ruina implacable.

La murmuración invita a su comadre queja a tomar el té.

La queja.

Las quejas en el ámbito empresarial son una forma de retroalimentación importante, ya que permiten a las empresas o personas tomar conocimiento de los problemas o áreas de mejora y buscar soluciones para resolverlos. Esto, aunque no niego que sea efectivo, no funciona así en el reino de los cielos. No nos quejamos ante Dios para que mejore o cambie algo que nos parece que está mal, y de ahí que, filtrando la definición por la Cruz, la queja se refiere a una expresión de descontento que en última instancia va dirigida hacia Dios. La queja le dice a Dios: eres injusto, esto debía hacerse de otra manera, creo que te equivocaste, debió ser en otro tiempo y la lista continúa… La queja y la murmuración fueron un tema recurrente en la travesía del pueblo de Israel en el desierto (Éxodo 16:2-3, Éxodo 17:1-3, Números 14:1-4). El pueblo no había entendido quién era el que los estaba llevando de la mano a la tierra prometida. Así pasa con nosotros, cuando no confiamos en Dios y sus promesas, cuando no nos recordamos a nosotros mismos la Escritura, entonces fácilmente permitimos que nuestro corazón se desborde en una expresión de pesar y se ve desprovista de toda fragancia de gratitud.

El Orgullo.

La persona orgullosa desea tener siempre las cosas bajo control, aunque no lo admita. El orgullo y el humanismo coquetean entre sí o, al menos, son muy amigos. El orgullo es un pecado, con esto debería terminar este segmento, sin embargo, miremos unos detalles más. Esta actitud poco sociable nos impide relacionarnos de manera favorable y agradable con los demás, y mucho menos con Dios (Salmo 138:6). Una de las actitudes asociadas al orgullo es la autosuficiencia, que refiere a la creencia o actitud de que uno es capaz de resolver todos sus problemas y satisfacer todas sus necesidades por sí mismo, sin depender de la ayuda o colaboración de los demás. La Biblia advierte sobre los peligros del orgullo en varios pasajes, como Proverbios 16:18, que dice: «El orgullo precede a la destrucción, y la altivez del espíritu precede a la caída.» El primer pecado cometido ocurrió en el cielo cuando Satanás se rebeló, queriendo ser igual a Dios.

El orgullo le dice al contentamiento: «Tengo un plan mejor, no esperemos más, vamos…»

Los amigos del contentamiento.

La gratitud.

Un corazón agradecido hace que experimentemos la paz de Dios (Filipenses 4:6-7) y es el antídoto contra la queja. Siempre encontrará un motivo por el cual agradecer al Señor en las circunstancias de la vida, porque entiende no necesariamente la circunstancia, sino que Dios es bueno (Salmo 106:1, Salmos 118:1). La Biblia nos manda a ser agradecidos (Colosenses 3:15 NTV, 1 Tes 5:18). Gracias a Dios no tenemos lo que merecemos, porque si reclamáramos lo que merecemos, el escritor ya no existiría. La actitud de un corazón agradecido hace parte del comportamiento de una persona que ha sido llena del Espíritu Santo (Efesios 5:18-20) y entiende que todas las circunstancias que atraviesa tienen un propósito, por eso encuentra un motivo para la gratitud.

La gratitud le dice a la queja: «Calla y enmudece.»

La humildad.

La humildad dista del orgullo, así como la luz del día se opone a la oscuridad de la noche; la humildad le hace un guiño a la compasión o, mejor aún, van de la mano. El humilde reconoce su total y absoluta dependencia de Dios (Juan 15:5-8). El más grande ejemplo de humildad lo vemos en el Señor Jesús despojándose de su gloria (Filipenses 2:5-8) y además encontramos al Rey de la Gloria lavando los pies polvorientos de los discípulos (Juan 13:4-5). Aquellos que se humillan ante el Señor son objeto de su cuidado y atención, mientras que al altivo que rechaza su autoridad y voluntad, lo aparta de su presencia (Salmos 138:6).

La humildad halla su refugio en la quietud del corazón y le dice al orgullo: «No eres bienvenido.»

La sumisión.

La sumisión dice: «Hágase su voluntad y no la mía.» Las mismas fueron las palabras del Señor Jesús cuando estaba orando en el huerto de Getsemaní, poco antes de su arresto y crucifixión (Mateo 26:39). Vemos aquí a Jesús en una completa y total sumisión, dejando su vida en manos del Padre celestial para el cumplimiento de sus propósitos. Cuánto dista esto de las novedosas y arrogantes declaraciones de los hombres que pretenden darle órdenes a Dios, atentando con Su soberanía, ¿No sería mejor rogar al Padre? La sumisión es una virtud que se apresura a aflorar una vez que el contentamiento se hace una realidad.

La sumisión crece en el terreno fértil de la humildad.

Paciencia.

Job, un hombre temeroso de Dios, acostumbramos a relacionarlo con la paciencia, y no es para menos. La Biblia dice: «He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo» (Santiago 5:11). Nos encanta hablar de la historia de Job hasta que nos toca ser Job, así que apenas mencionaremos algunos momentos apartes. Aunque no es mencionado en los héroes de la fe, su comportamiento revela que mucho de los amigos del contentamiento. No se dejó provocar de su esposa cuando esta lo incitó para que maldijera a Dios (Job 2:9-10) y, aunque nunca se enteró por qué sufría, enfrentando aun cuando la situación empeoraba y la muerte parecía inminente, tuvo una profunda convicción y esperanza en Dios para mantenerse fiel sin importar lo que sucediera.

Por último, nuestra intención con estos textos es reflexionar cómo nos estamos llevando con los amigos del contentamiento o si, por el contrario, estamos frecuentando a los enemigos.

Si sabes que no eres Cristiano, la invitación es a que ruegues a aquel quien es el máximo ejemplo expresado de una actitud de contentamiento, al Señor Jesucristo, que perdone tus pecados y puedas acercarte en arrepentimiento y fe hacia Él.

¡ A Dios sea la Gloria !

~ Brian Orozco