1 Pedro 1:15-16
“…como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
Meditación
Este llamado no nace de una tradición humana, ni de un legalismo religioso: es la voz misma de Dios repitiendo a Su pueblo lo que ya había dicho en el Sinaí (Lev. 11:44). El fundamento de la santidad cristiana no es una norma externa, sino la naturaleza misma de Dios.
Él es santo —totalmente puro, apartado del pecado, resplandeciente en perfección— y desea que sus hijos reflejen Su carácter.
Pedro no dice: “Sed prudentes”, o “sed buenos”, aunque eso no está mal.
Dice: “Sed santos en toda vuestra manera de vivir.”
No solo en lo externo, ni solo en lo religioso, sino en todo: pensamientos, palabras, acciones, conversaciones, trabajo, hogar, redes, relaciones.
Thomas Watson dijo:
“La santidad es el alma del alma cristiana. Sin ella, lo que queda es solo una carcasa vacía.”
Dios no llama a una santidad perfecta por nuestras fuerzas, sino a una santidad progresiva y sincera, sostenida por la gracia, alimentada por la Palabra y cultivada en comunión con Él.
Aplicación
- ¿Tu vida refleja al Dios que te llamó?
- ¿Hay áreas que has dejado fuera del proceso de santificación?
- ¿Es tu caminar diario un testimonio de Su pureza?
Este texto nos llama a:
- Examinar la raíz de nuestra conducta: ¿es Dios nuestra motivación?
- Alinear toda nuestra vida al estándar divino, no al estándar del mundo.
- Rechazar una religión parcial: Dios no quiere rincones oscuros en nuestra alma.
John Owen escribió:
“No matarás el pecado si no estás viviendo para la gloria de Aquel que es santo.”
Oración
“Santo y eterno Dios,
Tú no solo demandas santidad, la mereces.
Tú no solo eres justo, eres gloriosamente puro.
Y me has llamado, con voz de amor, a reflejar tu santidad.
Hoy me humillo ante Ti, reconociendo cuántas veces me he conformado al mundo,
y he tolerado lo que Tú detestas.
Purifica mi mente, santifica mi boca, renueva mi corazón.
Hazme santo no solo en el templo, sino en la cocina, en el trabajo, en el silencio.
Que cada aspecto de mi vida esté rendido a tu voluntad,
y que cuando el mundo me mire, no me admire a mí,
sino vea en mí el resplandor de tu santidad.
Por Jesucristo, mi santificador,
Amén.”