Efesios 5:1-2
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros,
ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.”
Meditación
Ser cristiano no es solo confesar a Cristo con los labios, sino reflejar su carácter con la vida.
Pablo nos llama aquí a ser “imitadores de Dios”, no como empleados, ni como esclavos, sino como hijos amados. Imitamos porque amamos y porque hemos sido amados.
El mundo dice: “sé tú mismo.” Dios dice: “sé como Yo.”
Y ese llamado no es cruel ni imposible, porque Cristo ya caminó delante de nosotros, amando, sirviendo, y entregándose. Nuestro modelo no es abstracto: es el Hijo de Dios perfecto, caminando en obediencia perfecta.
Imitar a Dios significa:
- Vivir en santidad (Efesios 4:24)
- Caminar en amor sacrificial
- Buscar agradar a Dios antes que a los hombres
Thomas à Kempis escribió:
“Aquel que verdaderamente quiere entender y gustar lo que es Cristo, debe esforzarse en conformar toda su vida a Él.”
Y Richard Baxter dijo:
“Dios no nos salvó para dejarnos igual, sino para hacernos como Él: humildes, santos, y misericordiosos.”
Aplicación
- ¿Tu vida refleja a tu Padre celestial?
- ¿Andas en amor como Cristo, o simplemente convives con los demás?
- ¿Te pareces más a la cultura o al carácter de Dios?
Este pasaje te invita hoy a:
- Recordar quién eres: hijo amado.
- Reflexionar cómo vives: ¿estás imitando a tu Padre o a tus deseos?
- Renovar tu entrega diaria: amor no solo como emoción, sino como ofrenda viviente.
Imitar a Dios es imposible por nuestras fuerzas, pero es inevitable cuando Su Espíritu mora en nosotros.
Oración
“Padre Santo,
tú me has amado con un amor eterno, y me has hecho tu hijo por gracia.
Hoy quiero vivir como hijo, no como huérfano.
Quiero reflejar tu paciencia, tu justicia, tu compasión, tu verdad.
Que mi amor no sea superficial, sino como el de Cristo: sacrificial, verdadero, constante.
Haz que otros te vean a ti cuando me vean a mí.
Y cuando no me parezca a ti, corrígeme con tu amor.
Gracias por llamarme a ser tu imitador,
y por darme a Cristo como modelo perfecto.
Haz de mi vida un olor fragante para tu gloria.
Amén.”