2 Corintios 3:18
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Meditación
La transformación del creyente no ocurre de la noche a la mañana, ni por un acto mágico de voluntad. Es un proceso lento, constante, profundo y espiritual, una obra progresiva del Espíritu Santo que nos moldea conforme a la imagen de Cristo. Esta transformación —de “gloria en gloria”— es una evidencia viva de que hemos sido regenerados y adoptados como hijos de Dios.
Dios no está interesado en una reforma superficial. Él enciende un fuego purificador en lo más hondo del alma. Y ese fuego —aunque a veces arde con dolor, disciplina y quebranto— nunca destruye, sino que refina.
Somos el barro en manos del Alfarero; el oro que pasa por el crisol; el metal que se forja a golpes de martillo, pero que será parte de un instrumento útil y bello.
El secreto de esta transformación no está en el esfuerzo humano, sino en una contemplación constante de la gloria de Cristo. Mirando su hermosura, su obediencia, su humildad, su amor… somos cambiados. La santidad no se produce por presión externa, sino por visión interna: ver a Cristo, amarlo, y desear parecernos a Él.
Thomas Brooks dijo:
“El crecimiento en la gracia es un viaje lento; pero cada paso hacia adelante es un paso más cerca del cielo.”
No debemos desanimarnos por el ritmo de este proceso. El Espíritu no se cansa de obrar. Cada día que abrimos la Palabra, cada oración sincera, cada lucha vencida, cada lágrima por el pecado, cada acto de fe y obediencia… es una chispa en ese fuego de transformación.
Aplicación
- ¿Estoy cooperando con el Espíritu en el proceso de ser conformado a Cristo?
- ¿Busco a Cristo diariamente en la Palabra y la oración, o me conformo con una religión sin transformación?
- ¿Me impaciento con mi crecimiento espiritual, olvidando que Dios obra a Su ritmo y no al mío?
- Medita a diario en la gloria de Cristo: su carácter, su ejemplo, su sacrificio.
- Sé paciente con tu proceso: Dios no ha terminado contigo.
- Huye de la pereza espiritual: la transformación requiere entrega continua.
- Rodéate de otros creyentes que también estén siendo transformados y puedan animarte.
Oración
Señor, a veces me impaciento al no ver cambios rápidos en mi vida. Perdóname por querer atajos en el camino de la santidad. Gracias porque no has dejado de obrar en mí, aunque muchas veces no lo vea. Enciende en mí ese fuego lento, constante y santo que me moldee a la imagen de tu Hijo. Que cada día, al contemplar tu gloria, sea más parecido a Él. En el nombre de Jesús. Amén.