Salmo 85:10
“La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron.”
Meditación
En la cruz de Cristo ocurrió el misterio más glorioso que ha contemplado el universo: la reunión de atributos que, para el corazón humano, parecen imposibles de conciliar.
¿Cómo puede Dios ser completamente justo, y a la vez completamente misericordioso?
¿Cómo puede condenar el pecado sin destruir al pecador?
La respuesta no está en una teoría, sino en un madero manchado de sangre: la cruz del Calvario.
En ella, la justicia de Dios se manifestó plenamente: el pecado fue castigado, no pasado por alto.
El Hijo inocente fue tratado como culpable, para que los culpables fuésemos tratados como inocentes.
Aquel que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros, para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21).
Y al mismo tiempo, en ese lugar de horror, floreció la misericordia más sublime.
Dios no nos dio lo que merecíamos; nos dio a Su Hijo.
La cruz no fue debilidad, fue amor en su forma más fuerte.
Allí, Dios no contradijo su justicia, la satisfizo, para poder extender gracia sin comprometer Su santidad.
Richard Sibbes lo expresó así:
“Dios nunca mostró más amor que cuando castigó más severamente: en Su Hijo.”
A los pies de la cruz entendemos que nuestro pecado era peor de lo que creíamos… pero que Su amor es más profundo de lo que jamás imaginamos.
Allí, la verdad de Dios y Su paz se encontraron en una alianza eterna.
La cruz no es solo el inicio de nuestra salvación: es su fundamento eterno.
Aplicación
- ¿He visto realmente la cruz como el lugar donde Dios trató mi pecado con toda seriedad?
- ¿Descanso en la justicia perfecta de Cristo o sigo intentando ganar el favor de Dios?
- ¿Mi vida refleja la gratitud profunda que brota de saber que fui perdonado a precio de sangre?
- Medita diariamente en la cruz: no como símbolo, sino como el acto más real de amor y justicia.
- Abandona toda pretensión de autojustificación: descansa en la obra consumada de Cristo.
- Perdona a otros con la misma gracia con que fuiste perdonado.
- Vive en santidad como respuesta al sacrificio que te redimió.
Oración
Oh Dios justo y misericordioso, me acerco con reverencia a la cruz donde tu justicia fue satisfecha y tu amor desbordado.
No tengo méritos, solo pecados. Pero en Cristo, tengo perdón y paz.
Enséñame a vivir como quien ha sido redimido por tan gran precio.
Que nunca me aleje de la cruz, y que mi vida sea un eco fiel de tu gracia.
Amén.